viernes, 9 de enero de 2009

AHMAD Y LA RANA VERDE

AHMAD Y LA RANA VERDE.
Ahmad fue de pesca con su padre a un lago el fin de semana. Mientras éste preparaba las cañas, Ahmad le pidió permiso para echar un vistazo por los alrededores. Su padre se lo dio, con la condición de que no se alejara mucho.
Ahmad echó a andar entre los matorrales de la orilla. De repente, una rana saltó de entre los arbustos y aterrizó en una piedra justo delante de él.
“¡Casi me pisas!”, se quejó la rana.
“Lo siento”, dijo Ahmad. “Tienes el mismo color que las hojas, por eso no te he visto, ranita. Me llamo Ahmad y estoy dando un paseo.”
La rana sonrió: “Encantada de conocerte, Ahmad. Es normal que no me vieras. Vivo en estos arbustos y mi color es como el de las hojas; de esta manera, mis enemigos no me ven y me puedo esconder de ellos muy fácilmente.”
Ahmad reflexionó un poco: “Sí, pero, ¿qué pasa si te ven? ¿Qué haces?”
“Si te fijas atentamente”, dijo la rana levantando una pata, “verás unas membranas entre mis dedos. Cuando salto, los abro de modo que puedo planear en el aire. A veces puedo volar hasta 12 metros de un salto.”
“¿Y qué ocurre cuando quieres aterrizar?”, preguntó Ahmad.
“Uso mis patas cuando vuelo y utilizo mis membranas para frenar, como si fueran un paracaídas”, le explicó la rana.
“Eso es muy interesante”, dijo Ahmad pensativo. “Nunca se me hubiera ocurrido que las ranas pudiesen volar.”
La rana sonrió: “Algunas especies de ranas pueden tanto volar como nadar. Es un don que Dios nos concedió. Él también hizo nuestros colores para que nos camuflásemos en los lugares en que vivimos, lo que nos permite sobrevivir. Si Dios no nos hubiese creado así, pronto nos habrían matado otros animales.”
Ahmad lo entendió: Las membranas que hay entre vuestros dedos os son necesarias para dar largos saltos. Yo no tengo porque no las necesito. Las necesidades de cada criatura son diferentes, ¿no es cierto?”
“Sí, tienes razón lo has explicado muy bien.”
Ahmad dijo: “Dios nos creó de la mejor forma posible para hacer nuestra vida más fácil. Deberíamos estarle muy agradecidos por ello.”
“Tienes razón otra vez, Ahmad”, asintió su amiga. “Nuestro Señor ha creado a todos los seres vivos en consonancia con el ambiente en que viven. Nos dio todo lo que necesitamos desde el día en que nacimos.”
“Sí”, dijo Ahmad. “Ahora me tengo que ir, ranita, porque mi padre se estará preguntando qué me ha pasado. Me ha gustado mucho hablar contigo. Si vengo otro día, te haré una visita.”
“Estaré esperándote. Encantada de conocerte. Adiós, Ahmad”, croó la rana a la vez que saltaba de vuelta entre los arbustos y desaparecía.
LAS PATAS CON MEMBRANAS DE LAS RANAS.
Una de las criaturas más sorprendentes que Dios ha creado es un tipo de rana que vive en las selvas vírgenes. La peculiaridad más sobresaliente de esta pequeña rana, que tiene unas patas delgadas y membranas entre sus dedos, es que puede volar planeando. Cuando se lanza desde los árboles, utiliza sus patas como si fuesen paracaídas para amortiguar la caída. Al extender las membranas, dobla la superficie de su cuerpo. Las ranas voladoras pueden planear en el aire hasta 12 metros antes de aterrizar en un árbol. Pueden controlar la dirección moviendo las membranosas patas y cambiando la forma de las mismas.

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