sábado, 10 de octubre de 2009

MANSOOR Y LOS GIGANTESCOS OSOS POLARES.

Mansoor y su madre intentaban decidir dónde pasar las vacaciones de verano. Su madre sugirió que deberían ir a una agencia de viajes y decidir allí consultando los folletos publicitarios de diferentes países, así que fueron juntos. Tan pronto como entraron en la agencia, se fijaron en los pósters de lugares que nunca antes habían visto que había pegados en las paredes. Mientras su madre hablaba con un empleado, Mansoor comenzó a examinarlos uno a uno. Se sobresaltó al escuchar una voz que provenía de uno de los pósters que tenía cerca:
“¡Eh, Mansoor, hola!”, dijo una voz muy grave. “¿Por qué no venís tu madre y tú aquí?”
Mansoor giró la cabeza hacia donde provenía la voz. El que hablaba era el oso polar, justo el póster que tenía al lado.
“¡Hola!”, dijo. “¡Creía que eras un muñeco de nieve gigante!”
El oso polar sonrió contento: “Tienes razón, con nuestros enormes cuerpos y nuestra blanca piel parecemos muñecos de nieve. Pero estoy seguro de que con nuestros 800 kilos de peso y dos metros y medio de largo somos mucho más grandes que ellos.”
“Me gustaría ir a visitarte a ti y a tu familia para conocerte mejor, pero donde vives hace muchísimo frío.”
“Otra vez estás en lo cierto”, asintió el oso. “Vivimos en las regiones más frías, tales como el Polo Norte, el norte de Canadá, el norte de Liberia y en el Antártico.”
“Entonces, ¿cómo es que no pasas frío?”, le preguntó Mansoor.
“Buena pregunta”, dijo su nuevo amigo. “Déjame explicártelo. Cada parte de nuestro cuerpo está diseñada de acuerdo con el medio en que vivimos. A pesar del terrible frío, del hielo y de las tormentas de nieve, la gruesa capa de grasa que Dios ha creado milagrosamente bajo nuestra piel nos protege del frío. Nuestro pelaje, que también ha sido especialmente creado, es grueso, denso y largo, así que no sentimos nada de frío. Dios nos creó de acuerdo al clima en que vivimos. ¿Alguna vez te has preguntado por qué no vivimos en los desiertos de África? ¡Piensa un poco! Si viviésemos en el desierto, el calor nos sofocaría y moriríamos. Éste es uno de los signos que muestra que Dios ha creado a todos los seres vivos conforme al medio en que habitan.”
Al tener la gran oportunidad de hablar con un oso polar, Mansoor empezó a preguntarle todo aquello sobre lo que sentía curiosidad:
“Recuerdo que la mayoría de los osos duermen en invierno. ¿Vosotros, los osos polares, también?”
El oso negó con su blanca y peluda cabeza: “No, amigo mío. Somos diferentes de los demás osos porque no hibernamos cuando llega el invierno. Sólo las hembras lo hacen, principalmente las que están embarazadas.”
“¿Cómo encuentran comida los recién nacidos?”, quiso saber Mansoor.
“Gracias a Nuestro Señor, el Proveedor, el alimento que los cachorros necesitan está preparada: la mamá osa los alimenta con su leche”, explicó el oso.
“Entonces, ¿los cachorros sólo se alimentan de leche?”
“Correcto”, respondió el oso polar. “La leche de mamá osa contiene un alto nivel de grasa. Esta leche grasienta satisface completamente las necesidades de los cachorros. Gracias a ella, crecen muy deprisa y, para la primavera, están listos para salir de sus oseras.”
“Mansoor, habrás observado que, puesto que vivimos en un desierto de hielo y somos bastante incapaces de buscar nada por nuestros propios medios, no hay modo de que podamos saber la comida que nuestros cachorros necesitan cuando nacen. También resulta imposible que produzcamos esta leche (que ni las fábricas más modernas pueden elaborar) en nuestros cuerpos sólo con desearlo y esforzarnos. Esta realidad demuestra con claridad la maravilla de la creación de Dios.”
“Tienes razón, amigo”, asintió Mansoor. “Cuando una persona piensa un poco, puede ver que, a cada momento, ocurre un milagro a su alrededor.”
El oso polar siguió hablando de sí mismo. Dijo:
“Tengo una pregunta para ti: ¿Sabías que los osos polares somos muy buenos nadadores y buceadores?”
Mansoor estaba asombrado: “Debes estar de broma. ¿Puedes nadar? ¿Con un cuerpo tan pesado y en el agua helada?”
“No estoy bromeando”, dijo el oso. “Nosotros, los osos polares, nadamos y buceamos muy bien. Cuando nadamos, utilizamos las patas delanteras. Dios, el infinitamente Misericordioso, hizo nuestras patas de modo que las pudiésemos usar como remos para poder cazar con facilidad y nos proporcionó membranas entre los dedos como las de los patos. También, para hacernos la caza más fácil, Dios nos creó para que pudiésemos cerrar las fosas nasales bajo el agua y mantener los ojos abiertos.”
“Como puedes comprobar, Mansoor”, siguió diciendo, “Dios nos ha hecho de un modo prefecto, do
tándonos de sistemas que nos permiten sobrevivir bajo condiciones realmente difíciles. No hubiese sido posible que hubiésemos desarrollado estas características gradualmente o que las hubiésemos adquirido por casualidad. Es Dios quien nos enseñó a desplazarnos en el agua.”
“¿No sientes nada de frío en el agua helada?”, preguntó Mansoor, temblando sólo de pensarlo.
“En absoluto”, dijo el oso con orgullo. “Si vosotros, los humanos, pusieseis una mano o un pie en un iceberg, pronto tendríais que retirarlos. Nosotros ni siquiera notamos el frío, porque Dios ha creado nuestras patas cubiertas de un grueso pelaje para que no se vean afectadas por él. Si estuviesen recubiertas de una piel como la vuestra, no podríamos vivir en este medio tan frío.”
Después de lo que le contó el oso polar, Mansoor comprendió con más claridad que Dios posee un poder y fuerza ilimitados. Entonces recordó el lugar donde había pasado sus vacaciones. Se pasó todo el verano nadando, pero el agua estaba templada gracias al clima cálido. Pensó y la comparó con la fría agua en la que nadaban los osos polares. Pensando en ello, se dio cuenta de que Dios ha creado a cada criatura con el cuerpo ideal para el ambiente en el que habita. Por ejemplo, creó los camellos para que pudieran soportar el calor del desierto. El oso polar amigo de Mansoor interrumpió sus pensamientos:
“Mansoor, ¿sabes por qué somos de color blanco o amarillento?”
“No. Nunca lo había pensado. ¿Por qué?”
El oso se lo explicó: “Nuestro color blanco nos asegura protección contra nuestros enemigos en el frío y helado ambiente en que vivimos. Somos casi invisibles en los kilómetros de blancos campos helados porque tenemos su mismo color.”
Mansoor estaba impresionado. “¡Muy lógico!”, dijo. “Si fueses negro como un cuervo o tan colorido como un loro, te resultaría imposible esconderte, y eso significaría que casi siempre estarías en peligro.”
“Sí, Mansoor. Hay muchas cosas en las que la gente nunca piensa y que se han acostumbrado a ver. De hecho, Dios ha creado todo de acuerdo con Su divina sabiduría.”
Mansoor se sintió muy agradecido a Dios por haberle dotado de pensamiento y entendimiento. “Si Dios no lo hubiese querido, podría gastar mi tiempo en la efímera vida de este mundo ignorando Su suprema sabiduría y poder”, se dijo.
Reflexionando sobre la conversación que mantuvo con el oso polar, Mansoor se dio cuenta de lo importante que era la vida. Cada cosa nueva que aprendía incrementaba su amor y reverencia hacia Dios. Por este motivo, aún quería saber más cosas sobre los osos polares.
“Estoy seguro de que tu nariz es más sensible al olor que la mía, ¿verdad?”, preguntó.
El oso polar volvió a asentir con su cabeza: “Sí. Nuestro sentido del olfato es tan agudo que podemos detectar fácilmente una foca escondida bajo una capa de nieve de metro y medio. Como sabes, Dios Todopoderoso no sólo nos dio a nosotros las elevadas peculiaridades que poseemos, sino también a todos los seres vivos.”
Mansoor continuó: “Sabía que existen muchas pruebas de la suprema sabiduría y poder de Dios en todos los seres vivos que pueblan la Tierra. Además, obtener información detallada sobre ellos aumenta aún más mi admiración por la suprema creación de Dios.”
Mansoor no se cansaba de hablar con su nuevo amigo, el oso polar. Quería aprender todo lo que se podía saber de él. Tenía más y más preguntas que hacer:
“¿Qué otras peculiaridades tienes que yo desconozca?”
“Déjame que piense”, dijo el oso. “”Ponemos en práctica unas tácticas muy interesantes tanto en invierno como en verano. Piensa en nuestro blanco pelaje, que hace que parezcamos muñecos de nieve. ¿Crees que si nos tumbamos en la nieve somos visibles? Si sólo piensas en el pelaje probablemente dirías que no; pero no olvides que nuestras narices son negras. ¿Qué hacemos entonces? Muy astutamente, las cubrimos con nuestras patas blancas. De este modo escondemos la diferencia de color. Esperamos completamente escondidos en la nieve a que se acerque nuestra presa.”
Mansoor gritó de asombro: “¡Eso es muy inteligente!”
“Sí, Mansoor. Los osos sabemos que nos podemos camuflar, es decir, escondernos, porque nuestro blanco pelaje y los campos de nieve que nos rodean tienen el mismo color. Pero vamos más allá e incluso pensamos en cubrir nuestras narices negras, que son el único obstáculo para un camuflaje perfecto puesto que son lo único que destaca en la blancura de la nieve. Desde luego, como puedes suponer, no es posible que pensemos lo que tenemos que hacer después de regresar varias veces de caza sin haber obtenido resultados y que nos demos cuenta de que debemos cubrirnos la nariz. Los osos sólo actuamos como Dios nos inspira que hagamos. Dios nos enseñó. Al final nosotros, como otros seres vivos, estamos bajo control de Dios.”
Mansoor decidió contarle a su madre lo que había aprendido sobre los osos polares de camino a casa y explicarle el arte creativo de Dios que en ellos se manifiesta. Le dio las gracias a su amigo por una conversación tan fascinante y volvió con su madre.
“Así, en verdad, hemos planteado a los hombres toda clase de parábolas en este Qur’an, para que puedan recapacitar.” (Sura 39:27 Las multitudes.)
“Él es el Originador de los cielos y de la tierra: cuando decreta la existencia de algo, le dice tan sólo: “Sé” –y es.” (Sura 2:117 La vaca.)
“Todos los dotados de perspicacia, que recuerdan a Dios, de pie, sentados y cuando se acuestan, y meditan [así] sobre la creación de los cielos y de la tierra: “¡Oh Sustentador nuestro! No creaste [nada de] esto sin un significado y un propósito. ¡Infinita es Tu gloria! ¡Presérvanos del castigo del fuego!”” ( Sura 3:191 La casa de Imrán.)

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